Lo primero que hicimos fue asomarnos al balcón ¿No estará Fuji ahí, no?
Hubo quien aprovechó para volver a bajar al Onsen (me arrepiento un poco de no haberlo hecho) y otros dimos un paseo por las inmediaciones del hotel, viendo su jardín y quemando los últimos minutos intentando avistar a Fuji.
<<¡Mira, mira! ¡creo que veo la cima!>>
Al final lo que vimos de verdad, fue a Dani disfrutando de unas buenas vistas y del calor del Onsen...
Con las mismas abandonamos el hotel cogiendo el mismo autobús que nos había llevado allí, aunque en dirección contraria, que nos dejaría en la estación de Odawara.
El plan era coger el Shinkansen Hikari 507 con destino Kyoto. Una vez allí nos reuniríamos con los dueños del apartamento que habíamos alquilado.
A los chicos les encantaban los trayectos en tres... ¡unas vistas! |
El apartamento de dos plantas disponía de 3 habitaciones, una cocina comedor y un baño. Todo ello de estilo japonés.
Aunque era muy pequeñito, estaba muy bien y era muy acogedor.
Para esas horas ya teníamos hambre de nuevo, así que tras acomodarnos un poco, nos dirigimos hacia el restaurante, el que iba a resultar ser uno de nuestros imprescindibles en Kyoto.
Como el nombre se me complica, os dejo la localización y una foto de los exteriores.
Y estos son algunos de los manjares que pudimos degustar en nuestra primera visita:
Después de renovar energías cogimos un autobús que nos dejaría en el templo Kinkakuji, también conocido como Golden Pavillion o Pabellón Dorado.
Tanto en el trayecto de ida como en el de vuelta, fuimos viendo las grandes diferencias culturales que hay entre Tokyo y Kyoto.
Nos llamó mucho la atención que los niños en Kyoto ¡hacían ruido! en Tokyo, de no ser por sus peculiares uniformes, pasarían desapercibidos.
Notamos que la gente en general era más risueña y menos seria que en Tokyo.
Después de ver el templo, cogimos un autobús con destino Pontocho.
Dimos una vuelta por la zona, disfrutando de las primeras pinceladas de Kyoto.
Quería comentaros una curiosidad. Hay gente que no viaja a Japón por las dificultades del idioma. Pero los japoneses son muy precavidos y al menos en lo que a comida se refiere lo tienen todo muy bien puesto:
Si no te representan la comida, te hacen una foto, pero vamos ¡más fácil imposible!
Nos acercamos a Pontocho donde seguimos perdiéndonos un rato.
Hasta entonces no habíamos visto ningún santuario iluminado y la verdad es que no decepcionó.
Entrada al santuario, con la calle Shijo Dori al fondo |
Ni rastro de Geishas... así que a descansar que al día siguiente teníamos planificado un día la mar de completito...
Me he quedado con la duda de saber qué hay en el cesto encima de la mesa del comedor :D
ResponderEliminar¡Pues es una buena pregunta! Nos dejaron en el cesto un teléfono móvil con su correspondiente cargador, por si necesitabamos contactar con ellos para lo que fuera. También nos dejaron unos mapas, bolígrafos, las llaves de las bicis... es decir, era el cesto de las cosas útiles ;-D
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