Se trata de un restaurante "con estrella" y nunca mejor dicho, porque es poseedor de una de las cotizadas Estrellas Michelín.
Cuando llegamos y vi la fachada del restaurante, me pareció bastante normalito, pero no podía estar más equivocada... desde luego es uno de los casos en el que las apariencias engañan.
Una vez dentro me encantó la exquisitez de la decoración, era sobria a la par que acogedora, con una mantelería impecable y una cristalera enorme por la que podías asomarte a un cuidadísimo jardín, poseedor de una de las hortensias más grandes que he visto nunca.
Los centros de mesa combinaban perfectamente con la vista del jardín, me pareció que la decoración era exquisita y te aportaba un toque de relajación.
En este tipo de restaurantes es bastante común que el servicio esté muy encima tuyo, lo que en ocasiones puede llegar a agobiarte. Me gustaría remarcar que el trato del personal del restaurante en ese aspecto fue exquisito.
Nos dejaban conversar tranquilamente hasta que venía un plato y te explicaban lo que era, te daban todo lujo de detalles y podías charlar con ellos muy amigablemente. En todo momento cuidaban de que ninguna de las copas se vaciara del todo, pero sin llegar a ser agobiantes. Me gustó mucho este equilibrio entre la intimidad y el buen servicio.
Debo señalar que al ir con la smartbox íbamos a un menú cerrado, el cual podéis ver a continuación:
Aunque inicialmente la bebida ofrecida con el menú degustación era una Sidra de la Casa, nos dieron opción a cambiarlo por un crianza o un blanco, lo que rechazamos amablemente ya que nos gusta mucho la sidra y nos habían comentado que esta que servían era especial y de una excelente calidad. Aún así un gran detalle por su parte.
Para el que le interese, se trata de sidra de la Casería San Juan del Obispo, la cual no es necesario escanciar, con lo que permite consumirla con una máxima tranquilidad.
Para abrir boca, comenzamos con un entrante de cortesía que no venía en la carta. Se trataba de una copita con crema de queso y membrillo (para nada empalagosa) recubierta de frutos secos, que estaba riquísima.
Además nos sacaron dos rebanadas grandes de hogaza de pan y dos crujientes de pan para que probáramos diferentes sales acompañadas de aceite de oliva virgen: sal volcánica, sal de rosa del Himalaya y sal normal (de una calidad tipo Maldon)
Seguimos con el primero de los entrantes que se trataba de un bombón de Cabrales, que lo habría llamado micro-bombón de Cabrales y que estaba delicioso, aunque se hacía algo escaso, supongo que la finalidad de lo pequeño del tamaño es guardar hambre para el resto de platos.
Después del bombón nos sirvieron con una ternera atunizada bastante sorprendente. No sé como la atunizarán pero vamos, parecía atún!
Normalmente me suele gustar el tartar de atún, pero me suele sentar mal. Pues bien, de esta manera degusté la ternera que me supo parecido al tartar de atún y no me sentó mal.
Proseguimos la experiencia con una especie de evolución del pan tumaca muy interesante. Se presentaba en forma de puding cubierto con una capa de gelatina, virutas de jamón y tomate natural, todo ello regado con aceite de oliva virgen y una hoja de menta.
El último de los entrantes fue el que nos conquistó el estómago y aunque ya nos lo había avisado el chico que nos presentaba los platos, nos sorprendió lo rico que estaba.
Se trataba de unas patatas vaciadas y rellenas de carne acompañadas de un crujiente de patata y de una salsa de carne y puré de patata.
Después de la fabada pasamos al pescado. Una merluza a la sidra que a mi me pareció que se les había quedado poco hecha, pero como con este tipo de menús nunca sabes, probé a ver qué tal y mi conclusión fue la misma, para mi gusto le faltaba una cocción, pero estoy segura de que se presentaba así a propósito, porque no es el tipo de restaurantes que pasan estas cosas por alto... para mi el plato al que le podría la nota más baja, no obstante se pondría comer y estaba correcto.
A las carnes llegué con el corazón en un puño, o mejor dicho, con el estómago en un puño... estaba realmente llena! Aunque bueno, tengo que decir que mi acompañante se encontraba bien, con lo que depende del estómago de cada uno, por supuesto.
Nos sacaron una carne en su jugo acompañada con un pimiento del piquillo, una rejilla de queso, salsa de queso y crema de dulce de membrillo (o manzana)
Estaba muy buena y los sabores contrastaban perfectamente, pero fui incapaz de acabarme el plato.
Finalizamos la comida con arroz con leche. Me pareció que el postre podría haber sido más elaborado, a fin de cuentas el arroz con leche se lo puede hacer cada uno en su casa sin demasiadas complicaciones, pero tengo que destacar lo rico que estaba, era realmente bueno y la superficie se presentaba como si fuera crema catalana. No defraudó en absoluto.
Y con esto concluimos nuestra visita al restaurante "El Corral del Indianu" el cual nos pareció un restaurante digno de visitar si andas por la zona.
Además nos fijamos en que existía un menú degustación muy parecido al que probamos por unos 42€/pers aproximadamente, lo que no me pareció nada caro para ser un restaurante de Estrella Michelín con la calidad que pudimos corroborar en nuestra visita.
Eso sí, después de la comida fue obligado un gran paseo por la Ribera del Sella...