domingo, 26 de enero de 2014

Día 4. Ryogoku - Asakusa - Palacio Imperial - Ginza

Japón es sin duda la cuna del sumo, y una de las cosas que queríamos hacer en nuestra visita era ver un combate de sumo.

Pero la idea nos duró poco tiempo en la cabeza, debido a que antes de ir, leímos en internet que los combates de sumo se desarrollan durante los meses impares del año y daba la casualidad que nosotros íbamos en Junio... ¡¡¡vaya Fail!!!
Con lo que íbamos un poco desanimados respecto a este tema, pero aún así decidimos probar suerte para ver si encontrábamos un gimnasio de sumo por la zona de Ryogoku, que es el barrio del sumo por excelencia.
La verdad es que no fue nada fácil... los carteles de los mismos son muy disimulados, se toman sus entrenamientos muy en serio y no les gusta que les molesten. La mayoría de gimnasios por los que pasamos tenían las puertas cerradas y pasamos por unos seis...
Consejos para conseguir ver un entrenamiento en un gimnasio de sumo:

  1. Madrugar. Nosotros les pillamos por los pelos. Hay que tener en cuenta que tienes que encontrar el gimnasio, implorar que te dejen entrar a ver el entrenamiento (y ten claro que no saben inglés, así que a utilizar el lenguaje universal de gestos) y finalmente tener algo de tiempo para verlo. Cuando nosotros fuimos, a las 10 a.m. ya habían finalizado el entrenamiento.
  2. Empezar a recorrer las calles de Ryogoku, poniendo especial atención en el sentido del oído, si oyes unos gritos de ¡¡¡¡guaaaaaaaaaaaaaaaarg aaaaahhhhh!!!! o algo así, sospecha...
  3. Afinar el sentido de la vista. Parece ser que el último Kanji de estos gimnasios es el siguiente que os muestro, podéis leer más en este post, donde sacamos la información.
Armaros de paciencia. Lo tendréis más fácil si sois pocos y pasáis desapercibidos.
En nuestro caso eramos seis personas, lo cual daba bastante la nota (con nuestras cámaras y pintas de turistas)
Sólo conseguimos acceder a dos gimnasios a preguntar. 
En el primero parecía que nos iban a dejar entrar, pero al ver que éramos muchos, no nos dejaron. Finalmente encontramos uno con la puerta abierta, bastante grande y con visión desde el exterior.
Había un montón de sumos, arrastrándose como si fueran torres de un lado al otro del gimnasio. Bastante impresionante.
Tuvimos la suerte de que al finalizar el entrenamiento uno de ellos, majísimo, salió a hacerse unas fotos con nosotros, hasta intentó comunicarse en inglés, ¡¡la verdad es que fue un momentazo!!

¡El sumo más majo del mundo mundial!
Estábamos eufóricos por nuestro triunfo de última hora, parecía que ese día la suerte iba a acompañar...
Pero el barrio de Ryogoku dio para más. 
Por ejemplo, hay pequeños monumentos donde viene estampada la huella de la mano de un sumo, para que la compares con tu minúscula mano:
Un Mc Donalds a la japonesa que no tenía desperdicio:
Sistemas de optimización de espacio para aparcar una ingente cantidad de bicicletas:

¿Alguna vez habías visto un parking de 5 plazas? ¡¡Pues en este barrio es lo que se lleva!!

Incluso me encontré un dibujo en una pizarra de mi querido Doraemon (¡Katu Kosmikoa!), ¡a saber lo que estaba pensando Doraemon!!

Después de tan fructífero paseo, nos encaminamos al estadio del sumo, el cuál pensábamos que podíamos visitar, pero estaba cerrado y sólo pudimos ver la parte exterior, dónde hay un gong y un pequeño santuario.


Con esto finalizó nuestra visita al barrio del sumo y pusimos rumbo a Asakusa en un waterbus que está justo al lado del estadio, en la parte que da al río.

Os marco en naranja el camino a recorrer desde la parada del waterbus al templo Senjoji, atravesando un camino de puestos de souvenirs.

El templo de Sensoji es el más antiguo de Tokyo y tiene una pagoda de 5 pisos que nos dejó impresionados, en parte porque era la primera que veíamos.
El templo tenía unos faroles enormes que llamaban mucho la atención:
Y como no, otro ritual de predicción del futuro:

Aunque si las noticias del cajoncito no son muy buenas, dejas tu suerte atada en el templo y... listo!!
El entorno del templo es muy bonito, tiene unos jardines tipo occidental muy bonitos, dónde hay un estanque con peces, un bonito puente...




Esta foto la tenía que poner por absurda... el pobre hombre tirando del carromato, con un calor de impresión y la parejita tapaditos con una manta ¡no vayan a coger frío!

En las inmediaciones del templo hay un mercadillo de souvernis bastante hermoso donde pudimos hacer unas comprillas.
En nuestro caso cayeron una pareja de palillos de bambú entrelazado.

El hambre apretaba e hicimos una parada técnica en un restaurante de la zona. 






Pese a la pinta, no estaba tan bueno porque estaba bastante aceitoso (una pena) y nos arrepentimos de no haber parado en un restaurante que vimos enfrente de un pequeño templo de la zona. Os lo ubico más o menos en el mapa, a ver si lo encontráis, lo probáis ¡y me contáis!

De allí pusimos rumbo al Palacio Imperial, el cuál sólo se puede ver desde fuera a no ser que se obtenga el permiso oportuno.
Nosotros no lo solicitamos, ya que solicitamos el permiso de entrada al Palacio Imperial de Kyoto que nos habían comentado que merecía más la pena.
Dimos un paseo por el recinto exterior y los jardines... ¡ojo! llevaros repelente de mosquitos. A mí me acribillaron y me provocaron una reacción alérgica, así que ¡tenedlo muy en cuenta!





De allí pusimos rumbo a Ginza, donde teníamos intención de buscar un Karaoke, para mimetizarnos aún más con el ambiente.
¿Quien no ha visto el típico capítulo de Callejeros Viajeros en el que cogen una sala de Karaoke para dormir? Al parecer los japones suelen usar los karaokes incluso para pasar la noche tras una fiesta, pero a juzgar por los precios a mí no me pareció muy buena idea. 
Fuimos a un karaoke de la cadena Big Echo, en el cuál cogimos una sala para media hora.

Momentazo en el Karaoke, donde hicimos un guiño a la infancia con las Spice Girls
Después hicimos una visita al Sony Building y dimos un paseo por la zona para acabar cenando en un sitio peculiar. En el restaurante había que descalzarse en la entrada y las mesas estaban en el suelo... pero había truco:  debajo de la mesa había un hueco en el que podías meter las piernas para sentarte de forma normal. A ver si os hacéis una idea con estas fotos: 


La comida no fue muy espectacular y la relación calidad - precio no nos pareció muy buena.










Dos anotaciones sobre la comida: 
La primera es que los postres en Japón no son muy dulces, para mi es su punto flaco... Aunque los chicos estaban encantados con su helado de té verde. Nosotras fuimos probando otras cosas y... no... ¡les hace falta poner azúcar a la vida!
La segunda es que en las brochetas nos pusieron ¡cartílago de pollo! muy asqueroso... y aunque alguno se atrevió a probarlo la mayoría se quedó en el plato...

¡Y con estos trozos de cartílago acabamos el post de hoy!
En la siguiente entrega: excursión a Nikko ¡no os lo perdáis!




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