lunes, 25 de enero de 2016

Día 5: Trekking por el Cañón del Colca.

Nuestro incidente alimentario en Nazca provocó que nuestra escapada al Colca disminuyera a dos días, en vez de los tres que teníamos pensados inicialmente.

Si intentáis reservar las excursiones desde España, van a intentar cobraros muchísimo más por la excursión que si la contratáis en destino (igual pagas el triple por lo mismo), así que os recomiendo que si viajáis a Perú, cojáis las excursiones sobre la marcha.

Por 70 soles, unos 20€, contratamos una excursión al Colca que incluía: 2 desayunos, 1 comida, 1 cena, 1 noche de alojamiento y transporte.
No estaban incluidos: bebidas, 1 comida y entradas a aguas termales.
El día comenzó temprano, a las 3 de la mañana.
La noche anterior preguntamos en recepción si era posible que nos prepararan el desayuno para llevar y sonó la flauta (que no os de vergüenza preguntar este tipo de cosas porque allí son bastante comunes)
También preguntamos si podríamos dejar el equipaje hasta el día que volvíamos del Colca (casi 2 días) y no nos pusieron ningún problema.
También les pedí que me prepararan la factura y tras ojearla en la habitación la noche anterior concluí que no estaba bien... nos estaban incluyendo un impuesto del 18% que no nos habían aplicado antes en ningún alojamiento, así que lo consulté en booking y efectivamente estaba mal aplicado.
Existe una tasa del 18% aplicable a residentes en Perú o extranjeros que vayan a estar más de 60 días en Perú (que no era nuestro caso)
Así que a las 3 de la mañana me dispuse a revisar con la recepcionista la factura :-D
Le dije que lo consultara tranquilamente, ya que teníamos que volver a por el equipaje y que en ese momento ya veíamos cómo lo arreglábamos.
Después de media hora de espera, le pedimos a la recepcionista (todas con las que coincidimos nos trataron divinamente) si podía llamar al número que nos había proporcionado la agencia.

¡Y menos mal! porque resulta que no encontraban el hotel y en vez de llamar, habían pasado de largo e ido a por otros excursionistas. Sinceramente, espero que pensaran volver sin la llamada ¡porque sino vaya plan!

Rozando las 4 de la mañana estábamos saliendo de Arequipa en una furgoneta de unas 15 personas. Nos dimos cuenta de que eramos los únicos que hablábamos castellano. Pues sí ¡hasta íbamos a hablar inglés en este viaje!
A esas hora lo que hizo la mayoría fue dormir, mientras yo me pegaba a la ventana observando una preciosa luna viendo como se perfilaban cada una de las montañas que íbamos dejando atrás y mientras tanto iba dando sorbitos al mate de coca que nos habíamos preparado en una botellita antes de salir del hotel.

Nuestra primera parada la realizamos en Chivay, donde pudimos disfrutar de un desayuno modesto a base de café/infusiones y pan con mermelada.
Después continuamos hacia el mirador de la Cruz del Cóndor, donde nos permitieron estar una media hora.
Intentamos ver el famoso Cóndor, pero no hubo manera... eso sí, lo que sí veíamos era que ya estábamos cansados y no habíamos hecho nada más que dar una vuelta por el mirador, la altura estaba empezando a hacer mella.

 Cogimos de nuevo el colectivo, que nos iba a llevar al punto de partida de nuestra ruta, justo antes de llegar a Cabanaconde y ¿qué vimos por el camino? ¡Cóndores! de lo malo malo, algo vimos.
Comenzamos el trekking, que empezaba con una bajada de casi tres horas, absolutamente mortal para nuestras rodillas y nuestros cuerpos debilitados por la intoxicación de los días anteriores.


Salimos de Cabanaconde en dirección a San Juan de Chuccho. Yo diría que Google es muy optimista en la estimación de la caminata.
Caminamos bajo un sol de justicia durante casi 3 horas, hasta que conseguimos alcanzar el puente que nos permitía cruzar a San Juan de Chuccho.
La bajada fue un auténtico infierno para las rodillas y las lumbares y más con el cuerpo hecho un asco que llevábamos.
Os recomiendo ir cargados con lo mínimo, ya que notareis el peso extra durante toda la caminata.
Paramos a comer en San Juan de Chuccho, en casa de una humilde familia muy acostumbrada a las visitas.
Nuestro estómago seguía sin estar para muchas fiestas así que comimos un poco de arroz con pollo y algo de pan que llevábamos encima.


La segunda parte de la caminata fue mucho mejor, ya que también había tramos llanos y subidas y el paisaje era más variado, ya que por la mañana nos limitamos a mirar las piedras del camino para intentar no pegarnos un buen piñazo.
Por la tarde nos permitimos el lujo hasta de sacar la cámara de fotos.

Hay gente vendiendo agua por el camino. Aunque es algo más cara, merece la pena comprarla por el simple hecho de no cargar con ella. Además así ayudas un poco a la gente de la zona.
James, nuestro guía, nos fue contando cosas de la flora local y costumbres de la zona. Yo le pregunté sobre los famosos cóndores y si alguna vez habían atacado a personas. Me contó que hace muchos años sus antepasados intentaron dar caza a los cóndores ya que atacaban los rebaños y que en aquella época sí que se produjo algún ataque, pero que cuando el hombre dejó de atacar a los cóndores, ellos hicieron lo propio y desde entonces no se había registrado ningún problema.
Antes de llegar a Cosñinhua, pasamos por un alto en el que había una pequeña tienda/bar en la que se podía tomar algo y tenía unas vistas impresionantes.




Justo alado de la tienda, estaban construyendo unas cabañitas que tenían pinta de alojamiento de turistas, cuando las acaben serán un alojamiento precioso, con unas vistas increibles.
Continuamos andando hasta Cosñinhua donde había una iglesia con su respectiva plaza y un grupo de viviendas.



Proseguimos la caminata camino del oasis de Sangalle. Con unas vistas mucho mejores que las de la mañana.
Si os soy sincera, ahora me queda el buen recuerdo, pero nada más hacerlo la ruta me pareció bastante sosa, sobre todo la parte de la mañana. La tarde mejoró la cosa, pero para entonces teníamos las rodillas destrozadas de la bajada.
El cañón es impresionante, pero mentiría si no os dijera que en varias ocasiones nos recordó a la ruta del Cares en Asturias y no hubo debate sobre cual nos gustaba más ;-P
Antes de llegar a Sangalle nos encontramos con esta especie de monumento, que con el sol de la tarde se veía precioso.



¡Y ya sólo nos quedaba la bajada al oasis!
James nos iba contando por el camino que teníamos el mejor alojamiento del oasis porque era el único que disponía de agua caliente ¡genial!
Yo no hacía nada más que pensar en la piscina y en el bañito que me iba a pegar... pero cuando llegué abajo y vi que el agua estaba helada y que aquello era un comedero de mosquitos, me acordé de mis picaduras de Japón y pasé bastante del tema...
Oasis de Sangalle
Lo del agua caliente en el alojamiento obviamente era un plus muy grande, pero tengo que decir que pasamos por otros alojamientos y las zonas comunes parecían más bonitas que las nuestras.
Nos asignaron unas cabañitas, sin grandes lujos que tenían luz a ratos. Sin más mobiliario que una cama con 5 mantas encima (lo que te hacía pensar, madre mía ¡el frío que va a hacer aquí!)


Oscureció enseguida y no se veía absolutamente nada.
Vital llevar una luz frontal con vosotros, ya que no había luz ¡ni en la ducha!
Nos duchamos y bajamos a la zona de la cena, donde tomamos una cerveza mientras esperábamos al resto para cenar.
La cena fue a base de una sopa de verduras y un plato de espaguetis con tomate.
Teníamos hambre y estábamos débiles, así que abordamos el plato de pasta con ansiedad, pasando de la sopa.

James nos había dicho que la subida del día siguiente iba a ser dura, salvando un desnivel de 1200 metros.
No teníamos el cuerpo para demasiadas fiestas, así que preguntamos por una opción alternativa y nos comentaron que se podía subir en mula, así que no nos lo pensamos dos veces y le dijimos a James que nos consiguiera unas mulas para el día siguiente.

Disfrutamos de lo que quedaba de noche, charlando con nuestros compañeros de viaje en inglés y contemplando el cielo más maravilloso que he visto en mi vida.
¡El firmamento se ve tan bonito en Perú! pero en Sangalle se ve espectacular.
Imaginaros dentro del segundo cañón más profundo del mundo, rodeados de oscuridad, el espectáculo es alucinante. Para mi, fue una de las mejores cosas de toda la excursión.

¡Seguimos con el viaje! en el siguiente post: segundo día en el Cañón del Colca.

sábado, 9 de enero de 2016

Día 4: Arequipa, la ciudad blanca.

Después de una noche en un hotel paupérrimo y otra en el hospital, decidimos que en Arequipa nos íbamos a pegar un homenaje en lo que al alojamiento se refería. Necesitábamos descansar en un sitio confortable y nos inclinamos por el hotel boutique Alwa Vallecito Chili.
Aunque fue más caro que los hoteles en los que nos veníamos alojando, tampoco se pasaba tanto de presupuesto y fue sin duda el mejor hotel en el que estuvimos en Perú.
Habitación enorme con tres camas de matrimonio y todas las comodidades (incluido secador, que ya empezaba a estar harta de ir mendigándolo recepción por recepción), la atención del servicio fue insuperable, totalmente recomendable.
Llegamos al hotel por la madrugada y decidimos no poner el despertador e intentar reponer fuerzas.
Cuando me desperté pensé ¡mierda! ¿y este dolor de cabeza? y entonces recordé que podía deberse a los efectos de la altura, ya que Arequipa se encuentra a 2335m sobre el nivel del mar.
Además de la altura nos encontrábamos bastante débiles después de la intoxicación alimentaria y de sobrevivir a base de suero líquido.
Fuimos a desayunar con el miedo de ver qué encontraríamos que pudiéramos comer.
El desayuno era de tipo buffet y bastante variado, pero sin grandes cantidades, teniendo en cuenta de que en la cafetería no cabrían más de 10 personas desayunando a la vez.
Enseguida visualizamos infusiones, pan y yogurt natural, que más o menos era lo que nos había recomendado la doctora para empezar a comer algo. Así que repusimos fuerzas y nos lanzamos a la calle a recorrer la ciudad.
El hotel no está lejos del centro, a unos 15 minutos andando. A medida que íbamos andando yo empezaba a sentir cosas raras, como que si andaba rápido no podía respirar bien. Para el dolor de cabeza me tomé un paracetamol que me vino bastante bien.
Al final decidimos coger un taxi para no forzar la máquina y nos plantamos en el convento de Santa Catalina, que es, sin duda, una visita obligada.
Cogimos una guía para los 3 que nos enseñó el convento y nos relató cómo vivían las novicias de la época.


Es un lugar precioso, que se encuentra muy buen cuidado y permite tener unas bonitas vistas de la ciudad, incluidos los volcanes que protegen esta bella ciudad de casi 800.000 habitantes. Los más cercanos son el Misti y el Chachani.



Debido al calentamiento global no pudimos ver nevada la cumbre del Misti, pero tuvimos suerte con la cumbre del Chachani. Es una pena el problema que tienen como consecuencia del estrechamiento de la capa de ozono en esta parte del planeta.
Os recomiendo gafas de sol, gorra y crema solar para lidiar con los rayos del sol.

Cuando salimos del convento teníamos dos tareas. La primera era buscar una lavandería a kilo que nos lavase la bolsa de ropa que llevábamos a cuestas. Por 8 soles conseguimos lavar un kilo de ropa, cuando en el hotel pedían lo mismo por limpiar un pantalón...
Este sistema de lavado a kilo está muy extendido en Perú, con lo que os recomiendo poco equipaje y hacer uso de este servicio. 
Sólo una recomendación, haced una lista de las prendas que dejéis en las lavanderías y chequearla en el momento de la recogida. Ya que la primera vez casi nos llevamos ropa que no era nuestra y además echamos de menos algunas mudas.
Después fuimos a buscar agencias que ofrecieran excursiones por el Cañón del Colca y contratamos una para el día siguiente, de la cual os daré más detalles en el siguiente post.

Con nuestros objetivos cumplidos, nos encaminamos a la Plaza de Armas, donde teníamos la intención de realizar una vista guiada de la catedral, que por cierto, la fachada exterior se encontraba en obras :-(

Recomendable la visita guiada, nos pareció interesante y además pudimos visitar la azotea de la catedral, desde donde se tienen unas buenas vistas.

Las calles de Arequipa están repletas de coches, sobre todo de taxis, que no paran de pitar a los clientes para llamar su atención.
Sinceramente es una práctica que no me gusta nada, ya que la contaminación acústica es terrible y te pone de mal humor. Me consta que en algunos sitios están intentando prohibirlo, pero es una costumbre demasiado arraigada en todo el Perú.

En este punto pensamos en comer, pero teníamos miedo a que se nos pasase la hora de visita de la famosa momia Juanita, así que pusimos rumbo al museo de los santuarios andinos, que estaba bastante cerca de la plaza de armas.
La visita en general fue muy interesante, mostrándonos ciertos rituales de la cultura Inca. La visita finalizó descubriéndonos a la momia Juanita, impresionantemente bien conservada. Sólo un consejo, entrad con chaqueta que en todo el museo hace bastante frío.
Os dejo una foto de la web Rumbos del Perú ya que están prohibidas las fotografías dentro del recinto
Al finalizar la visita buscamos un restaurante donde poder encontrar algo de comida limpia, teniendo en cuenta que seguíamos mal de la tripa.
Comimos en un grill que encontramos en un lateral de la catedral. Nuestro objetivo era encontrar pollo a la plancha y arroz y por la pinta del local, podía ser el sitio adecuado.
Pedimos exactamente eso, arroz con pollo a la plancha (saltándonos la carta del lugar) por norma, mientras pagues, te organizan la comida que quieras.
La comida cumplió su función, que era meter algo limpio al cuerpo y descansar un poco.

Salimos de allí directos a coger un taxi, ya que queríamos visitar el mirador de Yanahuara, donde habíamos leído que encontraríamos unas hermosas vistas al atardecer.
El azar quiso que nos toparamos con "Enrique" un taxista que hizo que nuestra visita a Arequipa fuera más memorable si cabía.

Nos trató de manera exquisita, recomendándonos lugares y restaurantes. Se interesó por nuestra ruta y se ofreció a llevarnos a los sitios que necesitábamos lo que quedaba de tarde.
Así que primeramente paramos en Yanahuara, donde pudimos sacar la foto de rigor y poco más, ya que estaba cayendo la tarde. Bonitas vistas, muy recomendable.


Mientras Enrique limpiaba los retrovisores del coche, entramos en la pequeña iglesia de San Juan Bautista, pequeña pero bonita, ya que estás allí, merece una visita.
Cuando concluimos la visita, nos volvimos a meter en el taxi y le pedimos a Enrique que nos acercara a la estación de autobuses, ya que queríamos cerrar el autobús Arequipa-Puno.
Enrique se lo montó para pasar por el emblemático puente de Fierro y mientras tanto ibamos hablando sobre el vertiginoso crecimiento de la ciudad de Arequipa y el porqué de este crecimiento.
Dejo la conversación que tuvimos para nosotros, pero fue un auténtico placer y una manera de conocer un poquito mejor a las gentes del país que estábamos visitando.
Después de comprar los billetes de autobús, volvimos al taxi. Ahí estaba Enrique esperándonos para llevarnos a la plaza de armas.
Este sería el último trayecto que realizaríamos con él.

Enrique, si por casualidades de la vida acabas leyendo esto, te enviamos Dani, Pedro y yo un abrazo muy grande, fue un auténtico placer.
Se notaban sus tablas a la hora de tratar con los clientes, nos contó su punto de vista sobre la forma en la que hay que tratar al turista.
Todo un señor, completamente de confianza, así que aquí os dejo su número de teléfono por si tenéis la oportunidad de parar en esta preciosa ciudad y necesitáis que alguien os traslade y os alegre el día:


Enrique (taxista de Arequipa) 987 608 298

¿Sabéis lo mejor de todo? que quizás fue uno de los taxis más baratos que hemos pagado... aunque ya nos ocupamos de dejarle una buena propina, ya que se la merecía.

En la plaza de armas, dimos un último paseo y fuimos a un supermercado que habíamos localizado a comprar unos yogures de cena y algunas cosas para la excursión del día siguiente.
No nos retrasamos mucho más ya que al día siguiente nos recogían en nuestro hotel a las 3 de la mañana para poner rumbo al Colca. Pero eso os lo contaré en el siguiente post.

¡Que siga el viaje!
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