Por 70 soles, unos 20€, contratamos una excursión al Colca que incluía: 2 desayunos, 1 comida, 1 cena, 1 noche de alojamiento y transporte.
No estaban incluidos: bebidas, 1 comida y entradas a aguas termales.
El día comenzó temprano, a las 3 de la mañana.
La noche anterior preguntamos en recepción si era posible que nos prepararan el desayuno para llevar y sonó la flauta (que no os de vergüenza preguntar este tipo de cosas porque allí son bastante comunes)
También preguntamos si podríamos dejar el equipaje hasta el día que volvíamos del Colca (casi 2 días) y no nos pusieron ningún problema.
También les pedí que me prepararan la factura y tras ojearla en la habitación la noche anterior concluí que no estaba bien... nos estaban incluyendo un impuesto del 18% que no nos habían aplicado antes en ningún alojamiento, así que lo consulté en booking y efectivamente estaba mal aplicado.
Existe una tasa del 18% aplicable a residentes en Perú o extranjeros que vayan a estar más de 60 días en Perú (que no era nuestro caso)
Así que a las 3 de la mañana me dispuse a revisar con la recepcionista la factura :-D
Le dije que lo consultara tranquilamente, ya que teníamos que volver a por el equipaje y que en ese momento ya veíamos cómo lo arreglábamos.
Después de media hora de espera, le pedimos a la recepcionista (todas con las que coincidimos nos trataron divinamente) si podía llamar al número que nos había proporcionado la agencia.
¡Y menos mal! porque resulta que no encontraban el hotel y en vez de llamar, habían pasado de largo e ido a por otros excursionistas. Sinceramente, espero que pensaran volver sin la llamada ¡porque sino vaya plan!
Rozando las 4 de la mañana estábamos saliendo de Arequipa en una furgoneta de unas 15 personas. Nos dimos cuenta de que eramos los únicos que hablábamos castellano. Pues sí ¡hasta íbamos a hablar inglés en este viaje!
A esas hora lo que hizo la mayoría fue dormir, mientras yo me pegaba a la ventana observando una preciosa luna viendo como se perfilaban cada una de las montañas que íbamos dejando atrás y mientras tanto iba dando sorbitos al mate de coca que nos habíamos preparado en una botellita antes de salir del hotel.
Nuestra primera parada la realizamos en Chivay, donde pudimos disfrutar de un desayuno modesto a base de café/infusiones y pan con mermelada.
Después continuamos hacia el mirador de la Cruz del Cóndor, donde nos permitieron estar una media hora.
Intentamos ver el famoso Cóndor, pero no hubo manera... eso sí, lo que sí veíamos era que ya estábamos cansados y no habíamos hecho nada más que dar una vuelta por el mirador, la altura estaba empezando a hacer mella.
Cogimos de nuevo el colectivo, que nos iba a llevar al punto de partida de nuestra ruta, justo antes de llegar a Cabanaconde y ¿qué vimos por el camino? ¡Cóndores! de lo malo malo, algo vimos.
Comenzamos el trekking, que empezaba con una bajada de casi tres horas, absolutamente mortal para nuestras rodillas y nuestros cuerpos debilitados por la intoxicación de los días anteriores.
Salimos de Cabanaconde en dirección a San Juan de Chuccho. Yo diría que Google es muy optimista en la estimación de la caminata.
Caminamos bajo un sol de justicia durante casi 3 horas, hasta que conseguimos alcanzar el puente que nos permitía cruzar a San Juan de Chuccho.
La bajada fue un auténtico infierno para las rodillas y las lumbares y más con el cuerpo hecho un asco que llevábamos.
Os recomiendo ir cargados con lo mínimo, ya que notareis el peso extra durante toda la caminata.
Paramos a comer en San Juan de Chuccho, en casa de una humilde familia muy acostumbrada a las visitas.
Nuestro estómago seguía sin estar para muchas fiestas así que comimos un poco de arroz con pollo y algo de pan que llevábamos encima.
La segunda parte de la caminata fue mucho mejor, ya que también había tramos llanos y subidas y el paisaje era más variado, ya que por la mañana nos limitamos a mirar las piedras del camino para intentar no pegarnos un buen piñazo.
Por la tarde nos permitimos el lujo hasta de sacar la cámara de fotos.
Hay gente vendiendo agua por el camino. Aunque es algo más cara, merece la pena comprarla por el simple hecho de no cargar con ella. Además así ayudas un poco a la gente de la zona.
James, nuestro guía, nos fue contando cosas de la flora local y costumbres de la zona. Yo le pregunté sobre los famosos cóndores y si alguna vez habían atacado a personas. Me contó que hace muchos años sus antepasados intentaron dar caza a los cóndores ya que atacaban los rebaños y que en aquella época sí que se produjo algún ataque, pero que cuando el hombre dejó de atacar a los cóndores, ellos hicieron lo propio y desde entonces no se había registrado ningún problema.
Antes de llegar a Cosñinhua, pasamos por un alto en el que había una pequeña tienda/bar en la que se podía tomar algo y tenía unas vistas impresionantes.
Justo alado de la tienda, estaban construyendo unas cabañitas que tenían pinta de alojamiento de turistas, cuando las acaben serán un alojamiento precioso, con unas vistas increibles.
Continuamos andando hasta Cosñinhua donde había una iglesia con su respectiva plaza y un grupo de viviendas.
Proseguimos la caminata camino del oasis de Sangalle. Con unas vistas mucho mejores que las de la mañana.
Si os soy sincera, ahora me queda el buen recuerdo, pero nada más hacerlo la ruta me pareció bastante sosa, sobre todo la parte de la mañana. La tarde mejoró la cosa, pero para entonces teníamos las rodillas destrozadas de la bajada.
El cañón es impresionante, pero mentiría si no os dijera que en varias ocasiones nos recordó a la ruta del Cares en Asturias y no hubo debate sobre cual nos gustaba más ;-P
Antes de llegar a Sangalle nos encontramos con esta especie de monumento, que con el sol de la tarde se veía precioso.
¡Y ya sólo nos quedaba la bajada al oasis!
James nos iba contando por el camino que teníamos el mejor alojamiento del oasis porque era el único que disponía de agua caliente ¡genial!
Yo no hacía nada más que pensar en la piscina y en el bañito que me iba a pegar... pero cuando llegué abajo y vi que el agua estaba helada y que aquello era un comedero de mosquitos, me acordé de mis picaduras de Japón y pasé bastante del tema...
Lo del agua caliente en el alojamiento obviamente era un plus muy grande, pero tengo que decir que pasamos por otros alojamientos y las zonas comunes parecían más bonitas que las nuestras.
Nos asignaron unas cabañitas, sin grandes lujos que tenían luz a ratos. Sin más mobiliario que una cama con 5 mantas encima (lo que te hacía pensar, madre mía ¡el frío que va a hacer aquí!)
Oscureció enseguida y no se veía absolutamente nada.
Vital llevar una luz frontal con vosotros, ya que no había luz ¡ni en la ducha!
Nos duchamos y bajamos a la zona de la cena, donde tomamos una cerveza mientras esperábamos al resto para cenar.
La cena fue a base de una sopa de verduras y un plato de espaguetis con tomate.
Teníamos hambre y estábamos débiles, así que abordamos el plato de pasta con ansiedad, pasando de la sopa.
James nos había dicho que la subida del día siguiente iba a ser dura, salvando un desnivel de 1200 metros.
No teníamos el cuerpo para demasiadas fiestas, así que preguntamos por una opción alternativa y nos comentaron que se podía subir en mula, así que no nos lo pensamos dos veces y le dijimos a James que nos consiguiera unas mulas para el día siguiente.
Disfrutamos de lo que quedaba de noche, charlando con nuestros compañeros de viaje en inglés y contemplando el cielo más maravilloso que he visto en mi vida.
¡El firmamento se ve tan bonito en Perú! pero en Sangalle se ve espectacular.
Imaginaros dentro del segundo cañón más profundo del mundo, rodeados de oscuridad, el espectáculo es alucinante. Para mi, fue una de las mejores cosas de toda la excursión.
¡Seguimos con el viaje! en el siguiente post: segundo día en el Cañón del Colca.
Por la tarde nos permitimos el lujo hasta de sacar la cámara de fotos.
Hay gente vendiendo agua por el camino. Aunque es algo más cara, merece la pena comprarla por el simple hecho de no cargar con ella. Además así ayudas un poco a la gente de la zona.
James, nuestro guía, nos fue contando cosas de la flora local y costumbres de la zona. Yo le pregunté sobre los famosos cóndores y si alguna vez habían atacado a personas. Me contó que hace muchos años sus antepasados intentaron dar caza a los cóndores ya que atacaban los rebaños y que en aquella época sí que se produjo algún ataque, pero que cuando el hombre dejó de atacar a los cóndores, ellos hicieron lo propio y desde entonces no se había registrado ningún problema.
Antes de llegar a Cosñinhua, pasamos por un alto en el que había una pequeña tienda/bar en la que se podía tomar algo y tenía unas vistas impresionantes.
Justo alado de la tienda, estaban construyendo unas cabañitas que tenían pinta de alojamiento de turistas, cuando las acaben serán un alojamiento precioso, con unas vistas increibles.
Continuamos andando hasta Cosñinhua donde había una iglesia con su respectiva plaza y un grupo de viviendas.
Proseguimos la caminata camino del oasis de Sangalle. Con unas vistas mucho mejores que las de la mañana.
Si os soy sincera, ahora me queda el buen recuerdo, pero nada más hacerlo la ruta me pareció bastante sosa, sobre todo la parte de la mañana. La tarde mejoró la cosa, pero para entonces teníamos las rodillas destrozadas de la bajada.
El cañón es impresionante, pero mentiría si no os dijera que en varias ocasiones nos recordó a la ruta del Cares en Asturias y no hubo debate sobre cual nos gustaba más ;-P
Antes de llegar a Sangalle nos encontramos con esta especie de monumento, que con el sol de la tarde se veía precioso.
¡Y ya sólo nos quedaba la bajada al oasis!
James nos iba contando por el camino que teníamos el mejor alojamiento del oasis porque era el único que disponía de agua caliente ¡genial!
Yo no hacía nada más que pensar en la piscina y en el bañito que me iba a pegar... pero cuando llegué abajo y vi que el agua estaba helada y que aquello era un comedero de mosquitos, me acordé de mis picaduras de Japón y pasé bastante del tema...
Oasis de Sangalle |
Nos asignaron unas cabañitas, sin grandes lujos que tenían luz a ratos. Sin más mobiliario que una cama con 5 mantas encima (lo que te hacía pensar, madre mía ¡el frío que va a hacer aquí!)
Oscureció enseguida y no se veía absolutamente nada.
Vital llevar una luz frontal con vosotros, ya que no había luz ¡ni en la ducha!
Nos duchamos y bajamos a la zona de la cena, donde tomamos una cerveza mientras esperábamos al resto para cenar.
La cena fue a base de una sopa de verduras y un plato de espaguetis con tomate.
Teníamos hambre y estábamos débiles, así que abordamos el plato de pasta con ansiedad, pasando de la sopa.
James nos había dicho que la subida del día siguiente iba a ser dura, salvando un desnivel de 1200 metros.
No teníamos el cuerpo para demasiadas fiestas, así que preguntamos por una opción alternativa y nos comentaron que se podía subir en mula, así que no nos lo pensamos dos veces y le dijimos a James que nos consiguiera unas mulas para el día siguiente.
Disfrutamos de lo que quedaba de noche, charlando con nuestros compañeros de viaje en inglés y contemplando el cielo más maravilloso que he visto en mi vida.
¡El firmamento se ve tan bonito en Perú! pero en Sangalle se ve espectacular.
Imaginaros dentro del segundo cañón más profundo del mundo, rodeados de oscuridad, el espectáculo es alucinante. Para mi, fue una de las mejores cosas de toda la excursión.
¡Seguimos con el viaje! en el siguiente post: segundo día en el Cañón del Colca.