Nuestros compañeros tuvieron que madrugar un poquito más para subir andando.
Me levanté con el cuerpo un poco revuelto y sólo podía pensar en acabar pronto la subida.
Quedamos con el propietario de las mulas justo en el comienzo del camino. En total eramos 5 personas las que subíamos en mula: Dani, Pedro, una pareja de alemanes y yo.
Le confesé al señor que era la primera vez que subía a una mula y que tenía bastante miedo a los caballos (porque una vez me tiró uno) y el me tranquilizó y me dijo que me había asignado la mula más mansa que tenía ¡lo que yo te diga!
Inicialmente pensaba que el señor iba a ir delante de las mulas controlándolas todo el camino, pero no, resulta que las mulas se saben el camino y suben solas.
Después de esa afirmación me quedé más intranquila si cabía y para más INRI resulta que se escapa una mula sola y la mía se pone a seguirla a toda leche y yo ¡¡sin saber como pararla!!
Yo y mi canguelo subiendo en mula |
Comenzamos la ascensión, con mi mula unos metros por delante de las demás. No he ido tan tensa en mi vida jajaja todo el rato pendiente de que la mula no se parase, porque cuando se paraba se ponía mirando al precipicio y creedme ¡aquello daba mucho respeto!
así que pasé toda la ascensión cual amazona gritando ¡mula, mula! ¡vamos mula! ¡venga mula! tal como me había dicho el señor que hiciera y no me callé en hora y media.
Ahora me rió pero ¡vaya momentos de tensión! con unos escalones bastante altos, la mula iba dando estrincones.
En uno de estos el señor llego corriendo y me chilló para que parara la mula. Logré pararla y cuando llegó me dijo que la silla estaba floja y que iba a ajustarmela.
Justo en ese momento la mula salió corriendo sola y acto seguido la silla fue al suelo.
Me quedé blanca pensando que yo podía haber caído con la silla, así que el dije al señor que no quería volver a subir, pero al final me convenció y proseguí hasta llegar al final.
Nunca he sentido tanto alivio al llegar a un sitio. Con un mareo importante y las tripas revueltas aparqué la mula y no creo que vuelva a montar en una.
Nos hicimos la foto de rigor en el alto. Unos celebraban haber llegado andando y otros como nosotros poder contarlo jajaja.
De allí pusimos rumbo a Cabanaconde, donde iban a darnos el desayuno.
Comimos más bien poco, ya que seguíamos mal del estómago y bastante revueltos después del ascenso.
Un poco de mate de coca para reponer fuerzas |
Hacía un sol de justicia, así que encontramos un par de piscinas a buena temperatura que tenían toldo y allí nos quedamos descansando.
Cuando terminó el tiempo que nos habían dejado para estar en las termas, volvimos a subirnos en el colectivo, que nos llevó hacia el mismo restaurante en Chivay donde habíamos desayunado el día anterior con la finalidad de comer (vamos, que tienen todo el negocio montado)
El restaurante era lo que había, tenía una especie de menú buffet, el cual no íbamos a poder apreciar demasiado por el estado de nuestro estómago, así que le preguntamos a la señora si nos podía poner un poco de arroz blanco con pollo a la plancha y no nos puso mayor problema.
Después emprendimos el camino de vuelta a Arequipa, no sin antes pasar por uno de los puntos más altos a ver llamas y alpacas, las vistas debían de ser impresionantes, estábamos a 5000 metros y yo simplemente no pude ni salir de la furgoneta, la altura me estaba matando, así que os dejo una de las fotitos que pudo sacar Pedro.
Después de la parada de rigor, pudimos echar una cabezadita hasta que llegamos a Arequipa.
Nos dirigimos al hotel para recoger nuestras maletas y la chica de recepción me confirmó que nos iba a realizar el reembolso de las tasas que nos habían abonado demás.
Después le pedimos que llamara a un taxi para ir a la estación de autobuses, donde íbamos a coger un autobús que nos llevaría a Puno, nuestro siguiente destino.
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